El Algarve, ese cálido extremo de la península que limita con el azul del atlántico componiendo en cada amanecer y cada puesta de sol un verdadero espectáculo de luz y color es uno de esos sitios que me tiene encandilado. Ya son varias las veces que lo he visitado recorriéndolo en buena parte en bici y en kayak y es un lugar que enamora, donde, por lo menos hasta el momento, puedes desconectar, un lugar que en parte aún no está masificado gracias a que es parque natural, pero que a pesar de ello cada vez que me acerco a él lo veo empeorar, la masificación urbana ya le va clavando las uñas y rincones perdidos con un encanto especial van a acabar destrozados con incongruentes edificios al borde de los acantilados.

Con estas fotos le quiero rendir homenaje a ese pequeño rincón en el que tan buenos ratos he pasado (y espero seguir pasando) en compañia de mis amigos.

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