RUTAS
Kayak al límite
- 4 minutes read - 770 words…pero al límite occidental de Asturias donde el río Eo la separa de Galicia y del que toma nombre su ciudad costera más oriental, Ribadeo.
Allá nos fuimos unos dias este verano Jesús y yo a remar un poco con la excusa de probar en el mar mi última brico-ñapa, Drav, mi kayak desmontable.
La primera tarde nos dimos un paseillo por los alrededores y estudiamos la jugada para el dia siguiente decidiéndonos por salir de la playa de Peñarronda en Asturias, para acercarnos hasta Rinlo en Galicia.
La previsión para el día no era mala, tiempo nublado con riesgo de alguna lluvia, pero poco viento y mar de fondo de entre metro y metro y medio. Así que allá fuimos a ver que tal se portaba Drav y a explorar nuevas costas.
La entrada ya fue entretenida, dos o tres series de olas y claro, tuvimos que entrar por donde estaban los surfistas… ¿para que buscar zonas más tranquilas…?, así que aparte de descubrir que Drav es algo más inestable de lo esperado en aguas movidas, tras cinco esquimotajes pude comprobar que las lecciones tomadas en la piscina habian servido para algo. Más adelante, a la altura de Ribadeo descubriría que se había roto una argolla de plástico de la cubierta trasera y había perdido la pala de tormenta entre tanto esquimotaje.
Seguimos ruta hasta Rinlo parando un rato a picar algo en la Ensenada de Loureiro.
Rinlo estaba de bote en bote, pero aún así conseguimos pedir una cervecita. Comimos y luego nos tomamos un cafetito.
Hasta ahora estaba saliendo el día redondo, pero según salimos del puerto de Rinlo nos esperaba un panorama un poco alborotado, se había levantado la nordestada y con más fuerza de lo que decía la previsión así que la vuelta fue de lo más movidita, mar de fondo del noroeste y viento del noreste.
Eso si, aunque la vuelta fue dura y se hizo larga, Drav se portó bastante bien a pesar de la flexibilidad que tiene y es que lo sentía doblarse con cada subida y bajada de las olas y me temía lo peor, que los empalmes de aluminio acabaran todos doblados. Tres días después cuando lo desarmé pude comprobar para sorpresa mía que estaban todos bien derechitos.
Así que tras una dura pelea con los elementos llegamos por fin al punto de partida, yo, con la remota esperanza de ver por allí mi pala perdida. Por supuesto no estaba por allí, pero para alegría mía, a la mañana siguiente los surfistas de la escuela me dijeron que la habían recogido el día anterior. Así que mil gracias por cuidármela.
El día siguiente, decidimos dedicarnos a conocer la zona, descansar un poco y estudiar la próxima ruta. Nuevamente el pronóstico daba poco viento, pero esa ya nos la sabíamos… así que la ruta la hicimos esta vez de oeste a este.
Salimos de Tapia, pasando el puerto y metiéndonos por todos los rincones y cuevas que veíamos. El mar empezó plato aunque a lo largo de la mañana se fué animando algo, lo cual trajo malas consecuencias para Drav que acabó con los bajos llenos de cortes. Y es que estando el mar tranquilo no puedo resistir la tentación de meterme por todos los recovecos. Tuvimos que parar un par de veces a repararlo con cinta americana, pero aun así mereció la pena.
Pasamos por rincones y calas muy bonitos, pero ya cuando llegamos a la playa del Figo fue el no va más, una cala preciosa, con playa de piedras y acantilados a la espalda con un caminillo que baja serpeando entre la vegetación.
Allí hicimos un descanso largo para comer y luego seguimos un poquito pero nos dimos la vuelta enseguida, el nordeste ya estaba animándose, pero esta vez lo llevabamos detrás, así que volvimos estupendamente, hasta surfeando alguna ola.
El último día teníamos intención de dar un paseo corto con el kayak pero al final nos lo dimos a pie por el mirador de la Atalaya y la playa de Porcia.
Fueron unos dias bonitos, típicos de Asturias, que me dejaron buen sabor de boca, como siempre que voy por allí.